Juan Carlos Montaner: Sense cap ni peus
Sa Botiga de Buffons,
Advertencia para críticos y teóricos de la cosa, si es que alguno
lee estas líneas: este espectáculo no sólo tiene pies y cabeza. Tiene
cuerpo. Y es que Joan Carles, Carlitos, no es sólo autor y actor. Es un
mimo, ahí está tan a gusto con su nariz roja. Es un bailarín. Se mueve
como pez en discoteca moviéndose a ritmo mallorquín o cañero, con la
elasticidad de los titiriteros. Quizás por esto se mueve con tanta
naturalidad sobre el escenario, ajeno a rigideces y formalidades
psicosomáticas. Lo suyo es enrollarse con la gente, contar y contar y
contar. Autodidacta y espontáneo, disfruta ajustando el guión al
contexto, rizando el rizo al ingenio de escenas construidas con la
perspicacia del observador. No hay casi tiempo para asimilar
personajes, diálogos, situaciones, porque a veces este bufón
fundacional se pasa de rosca, y su velocidad nos supera. Ocurrente y
malabarista de las palabras, Joan Carles se destapa como actor: no en
vano los personajes (por muy secundarios y fugaces que resulten) en
seguida adquieren forma, gesto y voz propias. Una rica galería que sin
embargo no se instala a modo de pesados invitados: cada uno de los
alter ego invocados desaparece con discreción apenas liquida su
aportación al espectáculo. Un carrusel de chistes, gags, paridas y un
amplio catálogo de recursos capaces de mantenerse vivos (ellos, pero
también a su autor y al público) durante dos horas que pasan volando.
Al final, es difícil recordar el vendaval de escenas a las que hemos
asistido pero se nos quedan los ecos de muchas risas. No sé si valdría
la pena acudir con bloc de notas o grabadora para revisar
tranquilamente después todo este arsenal y disfrutarlo. O usarlo en una
cena de amigos. Pero no. El arte bufón se resiste a ser apresado. Como
la vida, es fugaz. Y encima trilingüe.